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Me acerco sigilosamente mientras tu cristalizas mis ojos,
nos miramos probando las espadas que luchan
en nuestras formas, y parten nuestros cuerpos tan perfectos
en mitades similares que interpuestas se soldan
dominando mente y corazón.
El mundo no despierta aún, paré
las agujas del reloj con la fuerza esclava
que me corta estas alas tan invisibles,
donde los vivos recuerdos se queman
y son lanzadas entre las cadenas
que se amarran como una tela de araña
a los parpados, que tantas veces recorren
sueños imposibles.
Colgando de un pedacito de mi piel
se cautivan los poros quemados y rozados,
por el tiempo que se estrangula en lo menos probable,
y se envuelven transportándome
a ese cuerpo que tanto amo,
fuertemente en el crepúsculo somos tan diferentes,
y no cambio ni uno de mis sentimientos,
pero tu cuerpo, es el mió, en la mente que sueña,
se irradia en el tajo que rompen los milagros,
y puedo morirme tal vez... en este intento que escapa
prisionero en las oídas de tu voz.
Rozo tu cabello notando el sediento yugo
que transpira tu rostro, la intensidad que abre
cientos de ensayos en el común sueño,
y en el toque perfecto de tus labios
me adentro como hombre en el anónimo
gemido que nació un día en los comunes confines
del pecho, tiemblo y la emoción sube rápida
como el rayo a las pupilas y sobrevivo este momento
guardando en el alma el quemazón de un corazón
abierto a la sensibilidad.
Recorro tu cuello con mil besos encerrados
en las bóvedas de una leyenda, que olvidada
recobran la vida bajo un paraíso de amapolas,
y en la ignorancia de mis sedientos sentidos
abro las puertas de tu cuerpo, descubriendo
el pecho de una mujer, (me asusto)
pero me transmites la sedienta energía de tu sangre
cogiendo mis manos con el intento de conocernos,
las voces prestadas navegan en los misterios
de la destreza de un susurro.
Tu navegas indígena en el robo de mis manos
recordándote en el tiempo bárbaro, donde trepabas
en el calendario de tu carne y en la pureza de la erección,
encontraste para mi la sagrada tierra de una escultura
del blanco lucido, el desnudo es tan tímido...
como dos niños que se heredan en el pudor
de descubrirse por primera vez.
Y en el mestizo de nuestras almas, somos
dos cuerpos en la compasión del amor,
celebrando como única vez el cambio inmortal,
enseñando las vastas y oprimidas identidades.
La entrega incinera las lagrimas impetuosas,
uniendo en el relieve de un reflejo el monte de Venus
a mi abultada integridad, de un deseo no permitido
de los parecidos anhelos de una epopeya,
ocurriendo en ese mismo instante la libertad
humana, en el animo de enderezar el canto ahogado
donde se asoman los acertijos de mi garganta,
y la promiscua lengua, arde en el deseo de lamer
las antesalas de los rincones de tu misterio.
y derramo el pálido temor de perdonarme en ti,
cuando lastimo la necesidad de buscarte en el vasto cielo
prendiendo tu cuerpo al mió, en el amor de entregarme,
bebiendo de tu pecho el suave e irritado gemido del placer,
y en el umbral de los muertos, penetro angustiando
las oscuras nubes de tus ojos.
Y en la bronca voz...
atravieso tu alma hundiéndome en la espalda
que se tambalea, entre la saeta y el doble filo de una flecha,
el temeroso espíritu hiere la tetilla que desenvaina
la parte del arco, que a viva voz se clavo arremetiendo
contra el corazón, los divinos bronces de nuestros rostros.
y cabalgo con las crines de tus sueños,
tiznando de una estela de lactosa los aposentos
donde las jambas sustentan la realidad de tu vida,
frenéticamente te tomo, entre los brazos que se arrastran
por tu carne, hasta poseer, la salvia de la humedad que escondo,
en los insólitos confines de mis sueños.
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Misk
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