Carta 69



De nuevo con el sentimiento a flor de piel, como un enlace
al pasado, quizás la ficción del contraste perigeo, pero no es eso 
por lo que yo te escribo, ya sabes el pensamiento no dicho.




Me hace duelo, pensar que por fin te has ido, 
echo de menos el sabor amargo de la inocencia, 
los sutiles y abstractos sentimientos, el ahogo, 
la inmadurez de lo imposible, todas esas pausas, 
contradicciones o contracciones del estómago, 
el morbo, la osadía de llevarte lejos en el sueño 
y desde el más allá amarte bajo el amparo 
de las sombras, porque yo... ya no lo siento, 
estas fuera, quedaste rezagado, y aunque yo sepa 
que esperas de mi nuevas letras hablando de un amor 
que ya no siento, es como si sintiera la obligación 
de despedirme, de explicarte que tú ya no causas sensación, 
no te noto, no te invoco, eres algo estático en mi corazón. 




Ahora ya no me importan ni la mitad de las cosas, te voy a ver porque 
siempre necesito ver tú silueta, pretendo llevarla a la realidad, 
para darme cuenta de lo poco que vale un porque. 
Eres como una medicina, como si necesitase de ello, 
cada vez es menos fuerte la dosis, quizás también 
he llegado a pensar... que pierda el don, no sé, 
si será bueno para mí, hace tiempo que ya no ejercito 
con tu cuerpo, que te veo distinto, sin ser amante, 
ahora eres un amigo...




Recuerdo que falto muy poco para besarte, en medio 
de la nada, pero quizás en un infierno que no era mío, 
entré aquella cantidad de genes de un continuo 
y pervertido sentido, como una descarga eléctrica 
tan sumisos a los acontecimientos, te creí de una manera 
tan ortodoxa, tan invencible, que no me di cuenta 
de lo afilado de la fantasía, volviéndome una sombra solitaria, 
despertando de nuevo en un cementerio 
de largos sueños...




Me he acostumbrado a ti, sin lugar a dudas, estas aquí dentro, 
como el lunático sin luna, dormido, en la calma, 
tal vez solo seas mi voz silenciosa, mi musa, 
un presentimiento, un color apagado, es que intento fusionarte 
de nuevo, en aquellos años tímidos, 
donde la pureza aún te conservaba y de verdad 
que ese amor... es solo la hermosura de lo ajeno, 
donde los viajes ya solo caben en las vidrieras de los viejos 
y derruidos edificios donde un día te conocí.


Te añoro como la risa de los ojos tristes... 
mi amor, mi dulce amor...


Misk

No hay comentarios.: