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Y necesitamos ser testigos de nuestra vida,
que en milésimas de segundo
pueda llenar lo trivial, tender a perderse,
sin pasar desapercibidos, convirtiéndonos
en el reflejo del ser que amamos,
dentro de todo lo hermoso y lo que venga...
una expresión arriesgada del deseo…
abrazando una razón para la existencia…
que libere la fuerza de la carne, tan extenuada,
la que se desgarra, redimiéndose cuando se va,
insinuando que somos el alimento ardiente
que brota incesante, en el goce de ese ser,
y sentir que la ambición vuelve, arruinando
una forma de ser, prendarse y codiciar
lo anhelado, acariciando sin saber
que el intento aspirado, se despliega
dentro de nosotros, expulsando el temor
de confesar, que es el aliento en nuestra piel,
del suspiro que nos arranca, la necesitada
sensualidad por la vida.
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Misk
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